Aburrido en cuarentena
Guía rápida para (sobre)vivir en la pandemia
Estoy caminando por calles semivacías, entre miradas directas, entre rostros cubiertos de tela y válvulas respiratorias, sonriendo o apretando los dientes; estoy en una eterna fila de banco bajo el recalcitrante sol, es un martes o cualquier día; estoy respirando mi propio aire, riendo en silencio por un meme, contestando y conteniendo la crisis existencial de algún amigo; estoy por teclear mi NIP, estoy por quedarme en ceros.
Estoy, todavía, despertando sin alarmas, con la luz que entra puntual por mi ventana, tirando la basura tres días por semana, llevando una rutina diaria; estoy yendo al trabajo y cumpliendo un horario flexible, descansando del (des)cansancio diario, cobrando un sueldo en efectivo y sin cuotas patronales; estoy en riesgo, estoy expuesto, estoy como miles de millones, viviendo al día con todo esto.
Estoy leyendo mi time line en Twitter, escribiendo mi opinión sobre el tema del día, pensando en el último artículo que compartí sin leerlo completo en mi Facebook, conectándome como el resto, pasando de una a otra historia, deslizando mi acalambrado dedo, estoy aguantando aunque que mis ojos se cierren, tratando de evitar las últimas noticias al mismo tiempo que estoy replicando y haciéndoles eco.
Estoy alimentándome bien, o muy mal, según el ánimo y dinero, estoy buscando un libro nuevo, aplicando una capa más de pintura a la habitación, tirando a la basura un montón de restos y despojos, sufriendo la peor de las ansiedades, emprendiendo -sin tener ni puta idea de lo que hago- un negocio en línea, retomando las riendas de mi vida; estoy gastándome el dinero en lo que pueda, en lo que ocurre algo más, en lo se me antoje también según mi ánimo, dinero y modo; estoy re-conociendo a mi madre, afianzando mi arraigo, tomando el sol en la azotea, fotografiando el mejor de los atardeceres posibles, mirando al cielo mientras le pregunto por fechas y días, viendo la conferencia vespertina, pensando en las cifras, en los contagios; estoy tratando de mantenerme al tanto.
Estoy destronchando marihuana mientras escucho Three Six Mafia; estoy malviajándome, solo en mi cuarto, con las posibilidades del odio, hablándole al gato que solo maúlla cada que tiene hambre o pronuncio su nombre, manteniendo –en la medida de lo posible- mi cordura, siguiendo tutoriales de ejercicio en casa, estoy derramando lágrimas sin saber por qué, sin tener la certeza de que son por algo.
Estoy siguiendo, uno a uno, todos los pasos para hornear galletas; estoy bailando electro pop en español sin calzones, practicando el circulo de sol, escuchando a lo lejos otras voces, otros cantos y gritos; estoy armando un rompecabezas de dos mil piezas, investigando de autocultivos, comprando local -como dice el gobierno-, dando un poco más de propina; estoy engordando bien cabrón, agotando todos los filtros de Instagram, esperando a un tener un poquito de esperanza.
Estoy llenando ausencias, metiendo en saco roto más tareas domésticas, fumando más, bebiendo menos; estoy comparando mi reflejo a diario, despertando tarde y durmiendo mal, maldiciendo al calor y al horario de verano, estoy extrañando en una fiesta clandestina, sintiéndome fuera de lugar, estoy tratando de seguir el ritmo sin salir del tono.
Estoy descubriendo discos, releyendo a mis autores favoritos, recitando lo primero que encuentre; estoy en mi clase on-line con micrófono apagado; estoy con el wi-fi libre, acumulando plantas, limpiando como maniático depresivo; estoy con un inusual dolor de espalda, lidiando con el miedo, escéptico y precavido; estoy aceptando que el mundo no se trata de uno mismo.
Estoy resolviendo asuntos pendientes, posponiendo otros; estoy, porque no lo estaba, a punto de licenciarme y conseguir una beca; estoy en el país de los chistes necro-involuntarios, tomándolo como el resto, riéndome cuando se puede, llorando como todos; estoy dándome palmadas en la espalda contrario a lo que recomiendan; estoy cogiendo con mi chica -sino es ahora no sé cuándo-; estoy discutiendo el último reporte epidemiológico, acordándome de mis distopías favoritas, haciéndome la mejor chaqueta de la semana; estoy comiendo otra vez maruchan de pollo, sincronizadas quemadas, bebiendo el café más espumoso que puedo; estoy destruyendo telarañas, moviendo otra vez la distribución de los muebles en la sala, terminando mi clase de yoga, suspirando porque ya se acaba el día; estoy saboreando la última ración de cerveza, super drinkie con licor añejo, erizo desde los pies y hasta la punta de mi lengua; estoy yendo a un lugar desconocido, a un lugar que no pisaba desde niño.
Estoy buscándole un sentido, expandiendo mi universo interno, maldiciendo al virus por arruinar mi cumpleaños; estoy tomando cursos para ayudar desde mi casa, hablándole a una pantalla que cabe en la palma de mi mano, triste por la muerte que siento cercana, decepcionado de la democracia, harto del desprecio ajeno, hastiado del deseo que nos carcome lentamente, ansioso -otra vez, de nuevo-; estoy a punto gastar todos mis puntos electrónicos en una super oferta.
Estoy explorando el catálogo de Netflix, buscando un nuevo corte de cabello, pellizcándome la cara frente al espejo; estoy por conseguir el sazón que debía heredar de la abuela; estoy tramitando un crédito, pidiendo una despensa; estoy en economía de guerra según el noticiero; estoy navegando en la deep web, cansado del fake porn, indignadísimo por la discriminación en mi país, eliminando la última suscripción registrada en mi correo; estoy cargando la pila de mi teléfono por segunda ocasión en el día, saliendo a caminar aunque ponga mi vida en riesgo, cediendo al perdón, libre de recibos con citatorios para liquidar abonos; estoy de gris, muy zen, armonioso y más sereno de lo que incluso yo hubiese esperado.
Estoy, como dice la canción, perreando cual bichota, ultra pedo-cuadro-relajado a ciento veinte revoluciones por minuto, calzando unas crocs que compré en mi último viaje a la playa, tirado hueva panza arriba en el campo, sin ruido alguno, dibujando dinosaurios en las nubes; estoy esperando a “la nueva normalidad”, la vida sigue, la vida es una bola disco eterna; estoy un poco aburrido y confundido; estoy viviendo una pandemia mientras la vida sigue siendo la misma perra.