Diario del tedio

Día 1- Laberintos

Oscar Eme Mora.
5 min readApr 4, 2017

Fui a otra entrevista de trabajo. Me levanté a pesar de todo y de todos. Un baño, dos quesadillas y un café para estar a la hora, incluso antes. Para prepararme, porque no pierdes nada dice mi novia, en su intento de animarme. Ya no uso camisas ni gel porque si alguien me va a contratar por cómo luzca, mejor sigo en donde estoy.

Estoy tirado unos días, acostado, pensando y leyendo, tratando de vacíar los diálogos ficticios y las descripciones que llenan mi cabeza. A veces lo hago tecleando en mi vieja laptop. En otras -que es la mayoría- grabó notas de voz que algún día trasladaré a letras. Sigo esperando (a qué) el soplo divino que me diga “es hora”, que me saque de la hipnosis en la que estoy sumergido, y sigo. Debe haber un empujón propio o inesperado que me saque del tedio.

Cumplí tres meses de haber sido sacudido. He sentido que Dios me dio una patada. Me dijo “hey tú, levántate y deja de vivir como hasta ahora lo has hecho”. El golpe me cayó mal. Fue inesperado y sucio. En seco, como todos los golpes. Me despertó, es cierto. Lo sentí como una cachetada después de un balde de agua. Sin embargo quiero dejar de pensarlo como un golpe. Ni las peores patadas y puñetazos te derriban así. Esto es más grande, más importante, es un aviso.

No sé si Dios sepa hablar o simplemente no le interese. El silencio como sabemos, es su método favorito. Lo he buscado en el cielo, en los caminos recorridos, en las fotos que miro y en todo lugar en el que no me había asomado. Nada. Es puro vacío, grietas y miradas indescifrables.

Perdí mi trabajo por soberbia. Así explico esta “patada divina” para replantear las cosas. No encuentro otro modo, no debería de darle otro sentido. Porque las cosas que nos suceden muchas veces carecen de explicación. Pasan y nos traspasan así nomás. Nuestras madres, nuestras abuelas y sus madres tenían cómo explicar lo adverso. “Por algo”, decían. Es ese algo el que me angustia. Porque si Dios hizo que me despidieran fue por algo, aunque no diga exactamente qué ni cuándo. “Vienen cosas mejores”, completa esta antigua sabiduría de explicarse el tiempo a base de seres omnipotentes.

En lo que va del año tuve los siguientes eventos: cerré ciclos, aprendí a decir NO, viajé al lugar donde quiero continuar, descubrí la historia que quiero contar y me despedí de personas y cosas que me harán el viaje más ligero. Aún debo perfeccionar y poner a prueba ciertas desiciones. Reparar daños es otro punto importante al que llegar, me está costando más de lo esperado. Los cuatro años y tres meses más caros de mi vida. Sin un sustento más que el que azarosamente aseguré. Fue sin saberlo, por casualidad y costumbre. Como dicen, Dios da señales raras.

Me estoy reconciliando con ideas y conceptos que nunca había pensado vivir. El que estoy escribiendo con D mayúscula es uno de tantos. También me deshago de arraigos y amarres. Creo que soy claro, aunque nadie en realidad me escucha. Me he cansado de tener la misma plática con mis amigos que decidí ya no recurrir a esos trucos del lenguaje y ser directo. Necesito encontrar una voz con la cual nombrar sentimientos hasta este momento ocultos. No soy yo quien deba evaluar la forma. Solo me corresponde el contenido, el ser sincero y no guardar nada.

Por eso en la entrevista de hoy me sentí transparente. No como en otras en las que he explicado mi historial de trabajos. Cuatro años en algo que un día llegó y en el que se escaparon los años. En el primero era poco, a medias y facturando desveladas. Fue tiempo nocturno adornando la muerte de otros através del lenguaje. En el segundo fue a medias, incompleto y regalando mis tardes por vales de despensa atrasados, abandono e indiferencia. El tercero, que supuestamente era mejor, resultó el más caro. Más de doce meses entre las personas más horribles que he tratado. Buen dinero sin duda, como una mujer arriesgando su integridad en las esquinas esperando lo peor. Que la policía te diga que no puedes decir algo, que el dueño de la esquina te felicite y al mismo tiempo te diga que debes buscarte otra. O el padrote, que en estos tiempos se viste de saco, corbata y firma convenios, que simplemente te dice adiós. Que te vaya bien y suerte. Así se terminan algunas cosas. Sin justicia para nadie. Con la sensación de haber regalado el tiempo y la tristeza de saber que uno mismo es el responsable.

Comienzo este diario evocando al ser mitológico que más me intriga. Borges le puso nombre y yo así lo he pensado. Encerrado en un Laberinto que no sabe si tiene fin o inicio. Creyendo que es el universo, su universo. Dueño y señor de infinitos pasillos que desembocan en infinitos patios. Y un día, un extraño para él y héroe para el resto, lo asesina. ¿Sabrá el Minotauro que hubo una guía para salir de su casa, un hilo dorado y una doncella? Un salvador para él puede ser un asesino para el resto. Un monstruo hambriento y sanguinario puede ser una criatura conmovedora para alguien perdido en el laberinto.

Por cada entrevista a la que voy, por cada teléfono de contacto que dejo, por cada llamada de vuelta que no recibo, doy pasos en el laberinto. No sé si me toparé con una pared bella, llena de ramas, hojas y símbolos que no sabré interpretar hasta abandonar esa encrucijada. O si, perdido como cualquier invitado, tendré que pasar más años y pasos entre galerías que no llevan a ningún lugar o conduncen directo al monstruo. Espero que no me debore porque ni soy virgen ni puro. Tampoco soy su asesino ni su salvador. Soy, en todo caso, otra criatura perdida en el inmenso laberinto que hemos construido para estos tiempos.

El laberinto puede ser infinito pero no nuestras vidas. El tiempo se va, corre desesperado a buscar una salida que acabará siendo la entrada a otro laberinto. Habrá infinitos Minotauros en estos infinitos pasillos. Solo necesitamos una brújula.

Yo pido a la voz, a una gran D, que por un momento se convierta en guía. Quiero encontrar un hilo aunque deba caminar más. Al menos así pensaré que voy por el camino correcto porque de otra manera me siento perdido.

Solo afuera del laberinto podremos saber que tan grande era o si todo el tiempo estuvimos caminando en circulos. Y si así fuera, es que mucho tiempo fui un hombre mitad animal, mitad anhelo. Hoy, quiero ser completo.

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Oscar Eme Mora.
Oscar Eme Mora.

Written by Oscar Eme Mora.

Todo lo escrito aquí, es espacial

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