Literatura y abandonos

Escribir para otros; aunque sea el Yo del futuro

Oscar Eme Mora.
4 min readJan 10, 2017

De unos meses para acá mi vida es más rutinaria de lo que esperaba. Me levanto, diario, antes de las 8 am. Llego a trabajar. Me siento unas tres horas a rellenar secciones para la página de noticias que administro. Una periodista de medio pelo instalada en la Ciudad de México no debería tener un solo editor trabajando para ella. Necesito un asistente, necesito trabajar con ella, no necesito más intermediarios, jefes, órdenes difusas, barreras invisibles.

Decía que en tres horas lleno la página. El resto es esperar, monitorear temas, seguir el desarrollo de una noticia y estar al tanto del flujo de información. En teoría eso requiere de mucho tiempo; en la práctica -la mía- ya es un hábito que costó 4 años y contando poseer. Y tras cumplir mis ocho horas reglamentarias, cierro sesión y me olvido de Alepo, los gasolinazos, el chisme del día y los tuits de Donald Trump y los goles que no ha anotado el Chicharito.

Es un placer único, y que estoy valorando más, el poder asegurar que después de las 4 de la tarde me vale verga lo que pase en el mundo. A veces no puedo y debo supervisar a los otros editores que se quedan a completar mi trabajo. He tenido que encender la lap en mi casa para corregir sus errores y contra mi voluntad, enseñarles que algunas cosas no se deben hacer en este tipo de periodismo. Las páginas webs de noticias son todo, menos un diario noticioso.

El resto del día confieso que no sé en qué usarlo. Unos ratos leo pero no me he sentido motivado para hacerlo con un libro profundo (¿qué es la profundidad en las lecturas?, me pregunto) y solo medio repaso cuentos al azar, uno que otro poema para darle vida propia y ejercitar mi dicción en voz alta, y ensayos cuasi columnas literarias. No he podido sumergirme en una novela de esas para leer en el transporte o las largas horas de espera. De la filosofía mejor ni hablamos; tengo años sin adentrarme a un tema nuevo y sin ganas de discutir con el autor aunque esté vivo o muerto. Últimamente confieso que no sé se me da eso de amar a la literatura.

¿Las razones? Quizá son muchas. El año pasado solo leí 15 libros cuando estaba acostumbrado a leer unos 30 o 40 por año. Entonces pienso en que vivo una crisis de intelectualidad. Una pérdida de curiosidad snobista o una depresión post-carrera (Y eso que la terminé hace 4 años). Luego se me olvida. Especialmente cuando pienso en las vidas de esos intensos de la literatura; enojados porque nadie les hace caso, frustrados porque se les va a terminar la beca y distantes de la vida real; de la que acontece más allá de sus miles de páginas y libros amontonados. Yo que solía tener mi librero ordenado, ya no poseo ni un espacio digno para mis libros. Los he dejado acumularse en el piso, en una silla, prestados aquí y allá, enterrados en la profundidad de un clóset lleno de ropa vieja. Leo en una pantalla de tinta líquida, en una computadora de oficina, en un smartphone con aplicaciones para el ocio y la vanidad. Leo lo que me interesa y gusta en las conversaciones con mis amigos y otras personas.

En 2016 también escribí un libro. Ahí está; esperando ser registrado, esperando ser publicado. También leí en algunos bares, encuentros, foros públicos, eventos multidisciplinarios y cuanta pendejada se le ocurre a un amigo gestor. Ya me invito a la primera mesa de lectura del año. Dice que aún

no sabe a qué público va dirigido y que apenas somos pocos en el programa. Eso significa que tendré tiempo de leer lo que quiera pero no sé bien qué puedo leer de entre todos mis textos. He tenido que sortear esos imprevistos y cambiar de un momento a otro cuentos con contenido millennial por narraciones con un toque más abstracto porque nadie me dijo que había niños entre el público o porque de la media hora que te prometen al final te recortan a 10 minutos.

Este año quiero cambiar la rutina. Tal vez permanezca en el mismo puesto y mis excusas de llegar harto del mundo ya no sirvan. Salir a la calle y buscar historias es una de las opciones, aunque sigo esperando a que se concrete y pueda vivir de mi trabajo y ya no de componer el de otros. También sé que posiblemente no se cumpla ese deseo y tendré que permanecer otro rato más siendo la mano invisible que corrige y arma la carta de presentación de otros. Mientras seguiré escribiendo en mis ratos libres, como ahora, como los que me busco cuando necesito un poco de serenidad. Editar y escribir: así se me ha ido la última parte de mi vida. Quisiera hacer otras cosas, como enseñar y viajar enseñando, pero por ahora no puedo y entonces me doy cuenta de algo triste pero necesario: me he abandonado a mí mismo. He dejado que la vida pase y ya. Me doy cuenta de que necesito un rescate de mí, de lo que me ocurre, de lo que siento. Creo que construiré un bote por si abandono el barco.

Ya quiero que sea el día de la primera lectura. Voy a leer como siempre lo he hecho: convencido de que la escritura encuentra su lugar y te reencuentra, aunque tú la abandones por creerte esas falsas historias de que hay que ser escritor para hacer literatura.

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Oscar Eme Mora.
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Written by Oscar Eme Mora.

Todo lo escrito aquí, es espacial

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