Los moretones del slam

Tu voz, tu cuerpo, tu texto

Oscar Eme Mora.
4 min readAug 28, 2017

El sábado fue mi primera vez en un slam poético. Así les dicen a los encuentros en donde por alguna razón -conocida, imprevista o circunstancial- terminas leyendo o recitando algún texto propio. Tu voz, tu cuerpo y tu texto. Con esas tres herramientas, el slammer (existe esa palabra) tiene que cautivar a quienes lo escuchan. De entre estos, se designa a a varios jueces con sus propios criterios, quienes otorgarán una calificación al pobre infeliz (o arriesgada persona, ya depende de cada quién) para determinar si avanza o no, a la siguiente ronda.

Lo demás son reglas, precisiones y una serie de particularidades que no esperaba. Una regla básica de estos encuentros -por ejemplo- es el tiempo. Tres minutos máximo. Tu cuerpo, tu voz, tu texto, dosificado en 180 segundos. Si te pasas del tiempo, la calificación irá en dicremento. Así que la regla tu texto, tu voz y tu cuerpo no es del todo precisa. Sería algo así como el tiempo, tu tono, la lengua y el espacio. Esa sería una descripción alterna para explicar la aparente sencillez de un slam poético.

De acuerdo al organizador-promotor-presentador-facilitador y otros /dor del encuentro, el slam poético tiene una historia propia.

Acudí a Wikipedia y la entrada dice algo así: “El slam es un torneo de poesía en el que los participantes se enfrentan a través de recitales dramatizados por las notas de un jurado seleccionado del público. El formato del torneo está inspirado en el boxeo”. Ahí está, en lo que me metí y lo que aquí leemos es más o menos lo mismo. Punto para Wikipedia neuróticos de las fuentes.

Según me voy enterando, el slam poético nace en los 80’s cuando algún punk sin mucha música de fondo, se puso a recitar frente a un público. Tomó el micrófono, lanzó su spoken y nació el torneo verbal. Si pensamos un poco más hacía atrás, irán surgiendo ejemplos de posibles slammers. Allen Gingsber, Jack Kerouac y el movimiento beatnik por ejemplo. Y más atrás, con los románticos, malditos, infecciosos, Baudelieres, Byrons, Lautremonts y quien se sume. Y más atrás aún, mucho más, los clásicos, juglares, oradores, los que reformaron el lenguaje, que inventaron nuevas combinaciones, que solo querían traducir y terminaron escribiendo nuevas biblias, etc etc… La oratoría está en nosotros desde que aprendimos a expresarnos con palabras.

Retórica, gramática y dialéctica. Pero también la música, la geometría y la aritmética. Tu voz, tu texto y el cuerpo. El tiempo, el espacio y el silencio. En un slam poético las que algunas vez fueron llamadas artes libres ahora le pertecen a todos. Se convierten en hip-hop, poemas sin rima, versos libres, freestyle, spoken word, declamación y confesión pública.

Por mi parte puedo decir que pudo haber sido peor. Leí algo de lo que ahora se me ha ocurrido por escribir. Lo leí mal, sin ritmo, a destiempo y muy escueto. No fui el peor porque alguien que leyó unos versos arjonianos me salvó del fondo. Pero el caso es que no lo hice bien, por que solo había texto. Quede a deber la voz, olvidé mi cuerpo y me olvidé del tiempo.

Voy a describir así a los participantes sin afán despectivo:

Yo, el primero en irse por lento. El poeta arjoniano, amigo de verdad ponte a escribir. Andrés, buenos textos, más trabajados que el resto pero ambos leemos con la misma voz de mierda. Niño y niña, recitándole al amor. Seguramente ganan los concursos de declamación en sus escuelas. Carolina, excelentes textos, perdón por decirte que te apuntarás y terminaste improvisando contra todo el nerviosismo y hasta en segundo lugar quedaste. Raperos 1 y 2, uno más ágil que el otro. Buen uso del lenguaje corporal, no le tienen miedo al micro, hay que echarle más vocabulario al costal y con eso van a ser mejor raperos.

El slam lo ganó el rapero 1 porque llevaba porra tal vez, porque fue el que mejor equilibrió demostró, porque tuvo voz, cuerpo y texto, no lo sé no fui juez solo estoy escribiendo. Caro quedó -como ya dije- en segundo lugar porque básicamente es buena y yo me encargué de echarle porras. Andrés, digno tercer lugar. El resto estamos entre si volver a participar o ir al próximo slam en plan de juez complaciente o vengativo.

El slam poético es una propuesta interesante. Sirve para perder el miedo, agarrar confianza en lo que uno escribe y dice y abrirse a otras formas de la verbalidad y la escritura. Hace diez años un slam para mí significaba meterse a una rueda, con música estridente de fondo, patear, empujar, sudar y terminar con moretones. Una pelea terminada ahí mismo, un empujón sorpresivo, sentir la respiración y el movimiento perpetuo en un espacio limitado, dictado por el silencio y al ruido.

Eso era un slam. Creo que sigue siendo lo mismo, solo que ahora, los moretones están hacía adentro de la piel. Se sienten. Su dolor es dolor placentero. Aunque no se puedan ver, aunque no se puedan sobar. De algo han de servir. Como el músculo que recubre al hueso. Como el pisotón al salir. Como un chipote que sangra. Porque eso es buena señal. Porque es mejor que haya herida, a que se inflame todo y mueras de hemorragia interna.

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Oscar Eme Mora.
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Written by Oscar Eme Mora.

Todo lo escrito aquí, es espacial

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