Te lo dije… pinches aguacates
Anticrónica de un desastre anunciado
Hoy 24 de septiembre, a tres semanas de asumir su cargo como presidenta municipal de Peribán de Ramos, Michoacán y con ocho muertos y otros tantos desaparecidos, la licenciada en Derecho por la Universidad Vasco de Quiroga, campus Uruapan, tiene el mayor reto de su naciente carrera política. O se convierte en un ejemplo o sigue el camino trazado. La respuesta, está en el aire.
El desastre, como tantos otros, se venía venir. Solo que ni Dora Belén, la primera mujer en convertirse en alcaldesa por la vía independiente, ni el ex alcalde ni ninguna autoridad llegará a las profundidades. Lo harán, sin duda. Pero como dicta la mejor de las tradiciones en la administración pública, si es muy grave y embarra a alguien, lo mejor será el arreglo, el chivo expiatorio. Te lo dije, pinches aguacateros. Es irónico que la fiebre por el llamado oro verde haya cobrado sus primeras víctimas en la capital mundial de este ¿fruto?. Se los dijimos, nos lo dijeron, se los seguiremos diciendo.
El río comenzó a desbordarse por culpa de la intensa lluvia. A su paso se llevó coches, pedazos o casas completas, no lo sé nadie lo ha dicho con exactitud, seguramente animales, personas, ramas y kilos de billetes. El saldo oficial hasta ahora, es de ocho muertos (otros dicen que ocho, entre menos, mejor), una decéna por lo menos de desaparecidos entre los que se encontraría un menor (como si el hecho de no ser menor de edad, fuera menos grave) y cuantiosos daños a casas, tierras, infraestructura urbana y cientos y miles de “se los dije”. Los aguacateros. Quién más.
Quisiera tener un amigo ingeniero agrónomo a la mano. O a un ecologista, de esos que toman carreteras, sabotean proyectos y cuando estuvieron en facultad creían en la revolución leninsta-marxista. Lo digo porque ellos conocen mejor que yo del tema. Pero aquí va lo que sé. Porque soy de Uruapan y todos ahí sabemos que el aguacate es uno de los negocios más fructiferos y más turbios de un mundo de por sí turbio. El aguacate, por su puesto, ahuevo, no tengo que citar muchas fuentes para comprobarlo, chinga al medio ambiente. Nos lo han dicho en periódicos, blogs, en la televisión (a veces) y lo hemos escuchado de estos especialistas que no están entre mis amigos. La fruta o verdura a g u a c a t e desmadra todo. Oro verde, que más da.
Antes de este 24 de septiembre, había ocurrido algo parecido. Solo que esa vez, no hubo muertos ni desaparecidos. Algún susto. Coches arrastrados por el agua. Daños en viviendas sí, pero la mayoría son de clase media y fraccionamientos. Las constructoras tuvieron responsabilidad, sí. Pero alcanzó para lavarse las manos. Hasta la fecha, de las avalanchas de lodo y rocas en las inmediaciones del Cerro del Quinceo, ese que le dá nombre al estadio de Monarcas Morelia, no hay ningún responsable. Se señaló a dos empresas constructoras. Una de ellas, de plano evitó el tema. Construimos dijo, basados en permisos que nos dio el Ayuntamiento e hicimos todo bien. La otra, un poco menos cínica, se comprometió a investigar omisiones u errores. Aquí entró el Gobierno Estatal a decir que sí, que efectivamente se había detectado una irregularidad. Y es que se sabía. Construir en las faldas de un cerro, es un riesgo que solo pocos toman. Tierra barata que nadie va a reclamar. A veces es propiedad de ejidatarios cansados de perder dinero y que solo quieren retirarse. Alguien compró los terrenos, alguien más los vendió, alguien más los ofreció como moneda de cambio, alguien más tuvo la idea de construir un fraccionamiento y alguien más cobró por todo esto. ¿Y el resultado? Por lo menos, cinco colonias afectadas, decenas de personas que vivieron la peor noche de su vida. Algunos perdieron cosas importantes como su autómovil, una barda, su sala, la cocina, la televisión pagada en abonos o cosas de distinto valor. Una semana después del desastre del Quinceo, fuí a dos de las colonias afectadas. En una, una señora me contó que ya no duerme cuando llueve, que ese día vio como el agua se llevó un camión. Otra, como su papá había sobrevivido a pesar de que un coche tiró el portón de su casa. Lo grabé todo, lo redacté, lo pusieron en un video y lo publicaron. Los señalados por los vecinos: la empresa constructora. Sin más. El Ayuntamiento, no quiso mencionarlo nunca. El gobierno del Estado, dijo que investigaría. Mientras, solicitó recursos al Fondo Nacional de Desastre (Fonden). El plazo fue primero de una semana para decirle a la gente si reconstruirían su vivienda o no. El plazo rebasó los días, las semanas y los meses. Lo que pasó entre el 9 y 10 de julio en las colonias ubicadas a las faldas del cerro, fue un aviso. La naturaleza, no perdona. Ni a pobres ni a ricos.
Dora Belén ganó la presidencia de Peribán por tres factores. Puede que sean más, pero me gusta sintetizarlos así. Uno: es mujer y fue candidata independiente. Dos: al ser independiente, se salvó de la ola de voto-castigo a los partidos políticos y ahí, Morena y el PT candidatearon a alguien sin fuerza. Y tres, es carismática, prometió un cambio (lo que principalmente le dio el triunfo) y se hizo llegar de gente inteligente. Su nombre de campaña era “Todos Somos Peribán” y el logotipo un aguacate pintado de maque, una técnica prehispánica para adornar bateas, cajas, mesas y otras artesanías de manera. Lo sé porque mi abuelo hacía maque y yo la llegué a entrevistar varias veces durante las campañas. La primera vez, me dijo, que en Peribán la gente ya estaba cansada de los mismos políticos. Que ella había sido militante del Partido Verde, regidora incluso, pero por muchos motivos decidió renunciar a la militancia y lanzarse como candidata independiente. Lo sabemos, en este país las candidaturas ciudadanas son una elaborada fórmula para que alguien con buenos recursos, pueda llegar a un puesto de elección sin necesidad de pagar cuotas partidistas. Solo que acá, las cuotas son económicas.
Un mes después, dos meses después, fui de nuevo al Quinceo. Los vecinos cansados de las largas que les dieron en el Ayuntamiento, en el gobierno estatal, y hartos de nuestras preguntas, decidieron sepultar el tema. El mismo señor que un mes antes me había dado su testimonio mientras limpiaba una fotografía de su boda del lodo, ya no quiso hablar más. No hubo nota. Era martes, la gente regresó a su vida normal. Sobre las constructoras, ya no se tocó más el tema. Una de ellas, pagó una publicidad para que yo escribiera una nota de ellos donando 100 sábanas y tres secadoras, a la casa hogar de niños con cáncer. Fue un golpe duro. Como único recurso que me quedó, fue pedir que no se firmara la nota con mi nombre. Durante los minutos que duró la donación, el representante legal de la empresa aseguró que su ideología es construir en respeto a la ecología y el medio ambiente. Ante niños famélicos, madres ignorantes del circo que se montaba frente a ellas y ancianas voluntarias de la casa hogar, un licenciado cuyo apellido olvidé, dijo que HOGARES DESSA, es responsable del deterioro ambiental y de las problemáticas sociales. Por ese motivo, vio en los niños con cáncer un sector que requería atención. Le donó a la casa, tres secadoras y 100 sábanas. Para que los niños puedan dormir sin ácaros y las administradoras secar lo lavado. También dijo otras cuantas palabras sobre donaciones a colonias en riesgo y todo eso me tocó transcribirlo para la nota. Después de eso, nadie sabe si el Fonden llegará a los habitantes de la zona. Como versión final, las autoridades dijeron que el culpable fue alguien que construyó una hoya agrícola en los linderos del cerro. Que ésta se desbordó y causó el gran arrastre de agua. Pero dado que son tierras ejidales, no se podía indentificar al responsable. De las malas construcciones que obstruyeron el paso natural del agua o de los permisos mal otorgados, nadie dijo nada más. Se acabó. Dejó de ser importante.
En Uruapan ha pasado algo menos escándaloso. Hace dos años, se quemó un cerro. El incendio duró un fin de semana o algo así. Miles de héctareas quemadas. Luego de apagar todo el fuego, los helicópteros detectaron varias huertas de aguacate ocultas en la llamada “sombra” de los cerros y en las puntas. Alguien, en plural, permitió que se violaran reglamentos ambientales y leyes para plantar oro verde libre de impuestos. No pasó tampoco gran cosa. No se fincaron responsabilidades. Las huertas fueron clausuraras, creo, o se quemaron junto a todos los pinos. “Se los dije” decía una de mis primeras maestras del periodismo cuando escribimos un reportaje sobre la fiebre del oro verde. Nada nuevo. Solo fue una tarea. Entrevistamos para ese proyecto, a un ecologista, a un huertero, a un huertero orgánico, a un activista social y a varios vecinos de los barrios viejos de Uruapan. El clima cambió, dijeron unos. Antes, todo se saba. Pero ahora hace calor, ya casi no llueve y el río se está secando. En la barranca del Cupatitzio, donde se forman los mantos acuíferos y desde donde se filtra el agua que da vida al río de la ciudad, ya hay cientos de huertas de aguacate. Y los daños, más allá de incendios provocados, son más silenciosos y mortales. Tan solo en dos décadas, los casos de cáncer se han multiplicado. Al Instituto Mexicano del Seguro Social de Uruapan, llegan más casos de cáncer que diabetes. Es que hemos cambiado de alimentación, la gente es muy corajuda, su abuelo le heredó la enfermedad, y otros más son las explicaciones populares. Pero del agua envenada por los fertilizantes vertidos en la tierra para que el árbol dé aguacates más rápido, nomás unos pobres diablos estudiantes de un taller de periodismo hablaron. ¿Y quién los leyó? Nadie, nadie más que ellos mismos. Pero a ellos no les importó aunque sí le haya dolido a los cientos de periodistas que antes de ellos, y después, han dicho lo mismo. Y nadie sigue sin leerlos.
Dora Belén tiene frente a sí el mayor reto de su carrera hasta ahora. O llega al fondo de las cosas o como tantos, lo arregla. Tiene siete muertos, desaparecidos, gente asustada, enojada porque en Peribán nunca había pasado algo así, y un montón de desiciones que tomar. Puede por ejemplo, encontrar un culpable. Alguien que construyó represas mal hechas. Puede también por ejemplo, llamar al cambio en los hábitos de consumo, pedir que el cambio de uso de suelo sea un delito grave. Convertir esta consigna, en el verdadero cambio. Pero lamentablemente, el municipio que gobierna vive del aguacate. Es la capital mundial de uno de los productos por el que más pagan otros países. Lo anuncian en el Super Bowl. Lo consumen en Japón por unos cientos de yenes. Lo dejamos pudrirse en Michoacán porque a veces sabemos lo que cuesta. Es una industria que le da trabajos a miles. Mi padre mismo ha construido casas para dueños de huertas. Hay por lo menos cientos de empresas empacadoras. Le dan empleo a miles de personas con apenas la secundaria terminada. A contadores, a jurídicos, a ingenieros, a toda clase de profesionistas. A los miles de jornaleros que se despiertan antes de que haya luz y viajan a las huertas como cortadores. Se les paga según lo que cortan y se les lleva de regreso a sus casas. La mayoría, va en camionetas atiborradas. En las cajas los amontonan como cerdos hasta llegar a las huertas. También da trabajo a veladores, a constructores, a los que instalan mallas, a los que venden cañones que disparan calor a las nuves para que las lluvias no afecten el fruto. Da trabajo a todos los que se encargan de otorgar permisos, de vender fertilizantes, de mover el producto, ponerle una calcomanía, pesarlo, lavarlo, importarlo, convertirlo en un récord mundial, en una Expo Feria, en lo que sea a lo que se le pueda exprimir más dinero. Michoacán, Uruapan, Peribán, Tancítaro, Los Reyes y muchas regiones más no serían lo que son sin el aguacate.
Quiero pensar que Dora será fiel a lo que la llevó a ganar las elecciones. Pero eso que le ayudó a ganar, también es lo que causó el desastre. El dinero producto del aguacate puede llegar a tener muchos tentáculos. No hace falta que lo investigue de fondo para saberlo. O al menos, suponerlo. Y dado que esto no es una nota que vaya a pasar por los ojos de un director, vaya, ni si quiera por los de un editor, me atrevo a pensarlo. Nos lo han dicho, la factura de forzar a la naturaleza es alta. Ya cobró siete vidas. No sé cuántas más falten para que todos empiecen a reconocerlo. Y quizá nunca lo hagan. Pero los habitantes de Peribán ya han comenzado a decirlo. Fue su culpa. Se venía venir. Pinches aguacates, qué rico saben.