Temblor y temor

Y no sentí nada

Hace una semana tembló

pero no lo sentí, no me importó.

Este jueves, de hoy en ocho, como dicen

la Tierra retumbó en su centro, en el sur, tembló en donde no se salva nadie.

Pero tampoco me importó,

desperté y el mundo estaba loco,

estaba vacíado, en las calles, paseándose en alarma, enloqueciendo en las redacciones.

Tembló, cimbró, se vino abajo una escuela, por la mitad, sobre un costado

y todos dijeron “estamos bien”.

Uno, dos, noventa y tantos ya no están,

regresión, temor y rumor.

Pero no me importó, porque a diario tiembla.

Sobre mi cabeza, en las ventanas, desde las entrañas sobre las que duermo,

hacía dentro, con el piso manchado de derrota, sobre el zumbido que no para.

El país se sacudió, dijo una voz, el país enteró se volvió ruina,

se cayó a pedazos y pisamos los escombros.

Pero no lo sentí.

Porque a diario lo veo, porque todos los días camino.

Veo el amanecer, y hasta que el sol se pone, tiembla sobre el suelo

y el vaivén no se detiene.

No para, va-y-ven cae del cielo, va-y-ven sube hasta la nuca.

Y se queda y zumba y chilla,

Que teme y tiembla, que el suelo serpentea

y que con estas piedras quiere edificar una nueva vida.

Y desde la grieta comenzemos otra vez.